Un recuerdo, una evocación a esos días de la infancia, en los que arrasábamos con los joyeros de nuestras abuelas. Nos calzábamos un par de tacones de 10 tallas más de la nuestra, una blusa a modo de vestido, un buen pinta labios rojo y decenas de collares de cuentas, uno sobre otro. Todo para ir corriendo al son del repiqueteo de los tacones para enseñarle a nuestra abuela lo guapas que estábamos